En la casa hoy es día de Spa…. Es ‘pa barrer, ‘pa trapear, ‘pa lavar, ‘pa sacudir, etc, etc, etc; y es por eso que decides darle la insufrible tarea (para tus enanos, no para ti) de arreglar su recamara.
Tu cual cenicienta región 4 estás preparada para la batalla con tu chongo chacheador, pants, playera grande y tenis, en tus manos guantes amarillos dignos de la mamá de Dexter, en una la escoba, en la otra el recogedor, en tu cintura (ja!) un trapo para sacudir, del otro lado el aspersor con líquido para los vidrios, el celular en la bolsa del pantalón listo con tu play list de chachas day en Spotify y te sientes más lista que la hija no reconocida de Lara Croft y Chuck Norris.
Tienes tu plan de ataque listo, empezaras barriendo de arriba hacia abajo, así que subes con todos tus implementos de trabajo hasta la entrada de las recamaras, mientras puedes escuchar a tus enanos arreglando su recamara así que no te preocupa tanto, ¡ahora sí!, ¡a darle que es mole de olla! Barres la escalera, sacudes el barandal, llegas al descanso y encuentras el primer obstáculo… 2 coches y un Max Steel 1ª subida a la recamara de tus enanos, abres la puerta y te das cuenta que están jugando y con la dulzura que te caracteriza les dices que o empiezan a ordenar esa recamara o les vas a castigar la televisión.
Cierras la puerta, y sigues barriendo llegas al final de la escalera, llenas la cubeta y la trapeas, si lo lograste ya avanzaste un poco, es cuando te das cuenta que empezaste a celebrar muy pronto, tus hijos que tienen un sistema de vigilancia digno del palacio de Buckingham han detectado que las escaleras están recién trapeadas ¿Su misión? Dejarla llena de patitas de duendes demoniacos y hacer que las tengas que volver a trapear.
Cuentas hasta 10, muy lentamente, y les hechas “la mirada” técnica que toda madre adquiere dentro de su paquete de maternidad al dar a luz por primera vez y que con cada parto se va reforzando hasta ser un arma más temida que una bomba nuclear, obviamente tus hijos la reconocen y suben corriendo a arreglar su recamara.
A final de cuentas barres, trapeas (3 veces porque primero tus hijos decidieron tirar jugo en la sala, después entraron con los pies llenos de lodo y la tercera porque te olvidaste que ya habías trapeado), sacudes, encuentras galletas en los jarrones, un pedazo de lo que al parecer era una salchicha debajo de la lámpara, limpias vidrios y aprendes porque el líquido para limpiar vidrios es Mr. Musculo, digo después de quitar manchas de leche, refresco y otros inmencionables de los vidrios de las mesas laterales, es natural terminar con unos conejos dignos de Soraya Jiménez. Encontraste en total durante todo tu recorrido de limpieza cerca de una caja de juguetes que tus hijos juraban ya habían recogido y es por eso que decides subírselos a tus pequeños angelitos.
Llegas a su recamara totalmente confiada de que están arreglándola como se los pediste hace 4 horas y ¡oh! Sorpresa, encuentras que la recamara está hecha un campo de batalla y tus pequeños mostritos están sentados a la mitad de ella como si estuvieran dirigiendo la batalla de Waterloo. Ese es el momento en el que aplicas tu doble súper poder, “la mirada” y el “conteo” esa combinación siempre funciona es como un switch integrado en los niños, los aplicas y tienes un 99% de eficacia.
Son las 5 de la tarde y la casa está limpia al fin, o lo que se traduce en por fin logre ir de la sala a la recamara sin pisar un solo Lego, subes de nuevo a la recamara de los monstros y la encuentras impecable, aun que te piden que por favor no abras el closet y tu sabiamente decides no hacerlo.
Todos comen juntos, los niños jugando en el patio y tú a las 9 de la noche estas con tu taza de café cuando recibes a tus enanos en tus brazos que vienen a darte las buenas noches, increíblemente se van a acostar sin que tú los tengas que corretear por toda la casa, raro, pero no vas a cuestionar los pequeños milagros del universo.
A las 10:30 la casa está en silencio y decides subir a acostarte, obviamente vas a la sala comedor a apagar las luces y cuando entras te das cuenta que todo el día es una gran broma, porque las manchas de las mesas laterales han reaparecido, los juguetes siguen regados en la sala y el comedor tiene dos sillas menos que han sido convertidas en un fuerte.
En momentos así me pregunto ¿A dónde está mi hada madrina, o ya mínimo los ratones cuando se les necesita?
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