viernes, 26 de febrero de 2016

Todo un parto


Siempre me habían dicho que la maternidad era la etapa más hermosa de la mujer, el estar embarazada es como una etapa mágica a donde todas las mujeres son bellas como camellas y prácticamente brillan. Yo creo que mi cuerpo no recibió el Guillermo (ósea el memo) porque yo me sentía la mujer más gorda del planeta. ¡En serio! No me lo tomen a mal, pero yo me sentía como si tuviera un alien que no pagaba renta y que vivía en mi estómago.

Además de que nada te queda y que con todo lo que te pones sientes que pareces globo de cantoya tienes que lidiar con que no puedes dormir bien, porque si estas acostumbrada a dormir del lado derecho, olvídalo a la criatura le gusta dormir del lado izquierdo y te obliga a moverte a punta de patadas, literal. Si te gusta dormir boca abajo olvídalo ya valiste cacahuate, y si quieres dormir boca arriba tienes que doblar la pierna derecha, estirar la izquierda ponerte una almohada entre las piernas, estar semi sentada con la cabeza ligeramente hacia arriba, el brazo derecho estirado y el izquierdo arriba, es decir terminas durmiendo como pintura abstracta.

Por eso cuando llego el momento en el que el troll decidió vaciar su departamento de soltero, también conocido como mi matriz fue un alivio, todo empezó como a las 6 am con pequeños dolores de estómago, yo obviamente como toda mamá primeriza creí que se debía a las palomitas con queso que me había comido una noche anterior, pero no, el niño ya quería salir a conocer el mundo.

Me metí a bañar porque me quería ver presentable, es como ir a una cita a ciegas, no sabes si te va a gustar la cita, pero al menos tienes que verte guapa para conocer a alguien por primera vez, bueno pues ya en el baño empiezas a lavarte todo tu hermoso y redondo cuerpo, que por lo regular cuando estas embarazada te lavas de la cadera para arriba porque los pies definitivamente no se mojan y es más ni te los ves. Si quieres lavarte las piernas y los pies terminas pareciendo bailarina del ballet de fantasía, si ¡como hipopótamo en tutú! Porque te sostienes de la pared y alzas la pierna derecha hacia un lado y te lavas de la rodilla para abajo y luego repites el mismo proceso circense con la otra pierna.

Una vez que estaba bañada, salí cubierta con mi bata de baño y mi churro en la cabeza, dispuesta a escoger la ropa que más me gustaba y que al menos me hacía parecer como pelota de playa y no como carpa de circo chino de Pekín. Pantalón blanco, con cintura elástica por favor, flats y una coleta en el cabello, lista para conocer al enano. Para esto ya le habíamos marcado a Don Chucho que era mi ginecólogo y solicito que me hicieran una cefalopelvimetría (¡salud!) para ver si pasaba o no el troll, y mientras íbamos rumbo al doctor a tomarme la placa en cuestión, yo iba pensando “esto es súper fácil, no entiendo como hay mujeres que gritan de dolor, ¡si ni duele nada!”, cabe aclarar que mis contracciones eran cada 20/25 minutos y yo solo sentía como ligeros espasmos estomacales, ¿como cuando comes una fabada? Así que prácticamente no me dolía nada.
Llegamos con el doc, me tomo la placa y me dijo “señora, ¡felicidades su hijo si pasa! Va a ser parto natural” yo prácticamente me vomito ahí, había escuchado suficientes historias de terror sobre el “¡¡¡Puje señora, puje!!!!” como para espantar a media mundo.

Pero ni modo, el enano pasaba, así que una vez que le informamos a Don Chucho me dijo que me fuera a la casa y cuando las contracciones fueran cada 5 minutos le marcara y me fuera al hospital. Yo dije ¡pan comido! Así me da tiempo de llegar a la casa a ver Hellboy 2, aja ¡sí creo! Para la 1:30 Hellboy apenas estaba empezando y yo ya me doblaba del dolor, ¡lloraba! Así que la mamma, mi hermana y yo nos dirigimos al hospital UPAEP que es adonde habíamos adquirido el paquete de maternidad, estábamos llegando al principio de la av. Juárez y parecía maldición gitana había un tráfico digno del DF, mi hermana que fue mi compañera de contracciones rogaba porque el taxista se convirtiera en Supersónico y su flamante automóvil volara por encima de los coches ya que con cada contracción le creaba una nueva fractura en sus dedos.

Al final llegamos al hospital y la amable señorita de recepción nos preguntó, “¿motivo de su visita?” vine a lipectomía que, ¿no ve?, después de llenar mis datos me subieron a mi habitación a donde una amable enfermera me puso el suero, pero era tanto el dolor que sentía que al momento de meter la aguja salió un chorro de sangre disparado, la enfermera termino como una copia barata de las enfermeras de Silent Hill, ¡llena de sangre! Para este momento yo era Gabino Barrera y lo único que quería era que sacaran al enano que ya estaba aprovechándose de más de su periodo de visita en mi matriz.

Pensando ahora en esos momentos me doy cuenta de dos cosas, la primera que cuando tienes contracciones sale a flote el veracruzano que todos tenemos dentro, y no, no me refiero a los amables veracruzanos del puerto que te dicen “Güerita” no, me refiero a los que venden pescado en el mercado de Alvarado, ¡maldices más que cargador de la central de abastos! La segunda cosa que note es que tu cuerpo se vuelve público, una vez en la cama el doctor llega te dobla las rodillas y te levanta el camisón para que quedes a la vista de todos “para medirte la dilatación” y aun que tienes a un doctor con su mano en partes que no han visto el sol en varios meses no dejas de pensar “¡Cangrejos! ¡No me depilé!”
Para esto ya eran las 3:30 y no llegaba ni a 3 cm, es en este momento cuando el doctor revisa la cefalopelvimetría, (salud), y dice “mmm, no, no pasa” yo ya estaba amenazando al pobre de Don Chucho con irme a hacer la cesárea si no sacaban al niño necio en ese momento, y obviamente cuando se dieron cuenta que el niño era más grande que mis caderas me dieron la razón.

Una vez en quirófano me dice el anestesiólogo, “Señorita (sic) ¿se puede poner de lado y con sus manos tomarse de los tobillos para poderle poner la epidural?” ¡Claro doctor! ¡Deje me quito la sandía que tengo en la panza y me doblo como pretzel! A lo más que llegue fue a tocarme las rodillas, es en este momento que me di cuenta que la ventaja de ser hija de medico es que los doctores te conocen bien, la desventaja es que te conocen bien, y lo digo porque el anestesiólogo y el ginecólogo escogieron este momento para ponerse a contar chistes, y quien me conozca sabrá que soy excesivamente simplona así que con sus chistes no sabía si llorar de dolor o reír de la risa. Ya con la epidural corriendo por mis venas sentí el más grande alivió que una mujer que siente que los hunos la están partiendo en dos puede sentir, ¡estaba en el paraíso de las drogas!

Para no hacerles el cuento largo sacaron al enano que estaba escondido entre mis cotillas, me enseñaron a la papa cocida que decían que era mi hijo y ¡se acabó! El pediatra salió con mi enano en incubadora, el anestesiólogo y el ginecólogo salieron contando chistes y las enfermeras salieron con ellos cuando me quede como tamal mal envuelto sola en quirófano. A los 10 minutos se acordaron de mí, así que ya me llevaron a mi cuarto.

Mientras el enano estaba en observación y yo ya estaba descansando en mi cuarto me puse a pensar en todo lo que no te dicen que va a pasar después de que sale el troll de tu panza, no te dicen que terminas oliendo como a marinero, ni te dicen que tu cabello esta por todos lados, que no quedas como tabla, que si entraste siendo copa B, sales con busto copa doble D y menos te dicen que todos tus órganos que tardaron en acomodarse en otra dirección durante 9 meses regresarán a su lugar en menos de 1 hora, ¡Como duele! Las contracciones son cosquillas comparadas con los famosos “entuertos” pero bueno, nuevamente con analgésicos en tu sistema te puedes dedicar a ver a tu retoño que ya no parece papa cocida con boca de Johnny Laboriel, le cuentas los dedos, le revisas la cara, las piernas los brazos y todas sus partes íntimas y te cercioras de que este completo.

Si mi troll era hermoso y a diferencia de otras madres yo no estaba pensando en tener otro hijo después de semejante tortura corporal, es por eso que para cuando llego el enano a mi vida (ósea el más pequeño de la camada) le cedí los honores a mi hermana y ella fue la que se aventó las maravillas de la maternidad.

Nota aclaratoria: para quien no lo sepa solo tengo un hijo (El troll), el otro (El enano) es mi sobrino.

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